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lunes, 10 de noviembre de 2014

"Tenemos la orden de recoger a todos los que tienen mochila y se parezcan a estudiantes"

Anon Hispano - 10:47 a.m.
Los 18 jóvenes acusados de cometer actos vandálicos durante la protesta del pasado sábado por el caso Ayotzinapa fueron liberados; sin embargo, sus padres advirtieron que evalúan presentar acciones legales contra la policía del Distrito Federal.



“Esto no se para aquí”, advirtió David Alejandro Mujica, padre de uno de los detenidos, quien añadió: “Se levantarán demandas penales contra funcionarios públicos”.

Desde las tres y media de la tarde y hasta medianoche del domingo las autoridades soltaron a cuentagotas a grupos de entre dos y tres jóvenes del edificio de la Subprocuraduría Especializada en Investigaciones de Delincuencia Organizada (SEIDO).

Aproximadamente la una y media de la madrugada anterior, los 18 jóvenes –entre los cuales había dos menores de 11 y 15 años en situación de calle– habían ingresado en la dependencia perteneciente a la Procuraduría General de la República (PGR).

Sin embargo, los jóvenes no salieron absueltos, sino “libres con reserva de ley”, por lo que siguen las investigaciones en su contra hasta que las autoridades cierren los casos.

Los abogados voluntarios, entre los cuales se encuentran integrantes del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, afirmaron que entre el momento de su detención y su puesta a disposición en el SEIDO transcurrieron entre dos y cuatro horas. Durante este lapso, varios jóvenes fueron transportados en una camioneta de la policía del Distrito Federal.



Si bien empezaron a buscarlos desde el momento de su detención, los activistas y varios familiares no lograron localizar a los jóvenes sino hasta las cuatro de la madrugada. Unos se enteraron mucho más tarde, denunció el activista Alfredo Lecona Martínez.

Temprano, padres y activistas acudieron a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Tras una investigación, el organismo dio un listado de 18 jóvenes detenidos durante la noche.

La CDHDF dio a conocer ocho nombres de presuntos desparecidos, entre los cuales se encontraba un joven que habría ingresado a un hospital.

Sin embargo, la CDHDF se declaró incompetente para llevar a cabo la investigación completa del caso, ya que necesita recoger las grabaciones video de las cámaras de vigilancia, una competencia reservada a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Por lo anterior, varios padres se trasladaron hasta ahí, donde esperaron durante dos horas para ser atendidos.

Según los abogados, los jóvenes tuvieron que esperar hasta mediodía para llamar a sus familiares, mientras que los policías impidieron el acceso del SEIDO a los letrados hasta la tarde. Durante este tiempo, los abogados del centro Fray Francisco de Vitoria informaron que los funcionarios de la dependencia querían asignar abogados de oficio a los jóvenes.

De hecho, éstos se enteraron de los cargos que las autoridades les imputaban sólo en el momento de realizar sus declaraciones. Durante más de 15 horas se encontraban detenidos sin saber por qué. Y, según la abogada de Fray Francisco de Vitoria, los cargos que finalmente se les imputaron revierten un carácter eminentemente político: motín y daño a la nación.

“Este es un modus operandi”, aseveró Mujica, quién desempeña como médico en el sector público. “Alguien dio la orden de detener indiscriminadamente a la gente que iba caminando para cumplir con chivos expiatorios quienes hacen vandalismo, protegidos por las mismas fuerzas de seguridad”. Añadió: “Es un montaje burdo, la criminalización de la protesta social”.

“Nuevamente buscan generar miedo entre la juventud. Ya ni siquiera hay que encontrarse en una marcha para correr un peligro. Todos estamos en el lugar y momento equivocado, siempre”, sostuvo una abogada del centro Fray Francisco de Vitoria.

Si bien los policías del Distrito Federal entregaron a los jóvenes en un lugar tan “absurdo” como la SEIDO, los motivos de sus detenciones resultaron más asombrosos aún: según sus testimonios y los de sus padres, sus crímenes consistieron en ser estudiantes, traer una mochila y encontrarse en el centro histórico de la Ciudad de México entre las 10:30 y las 11:30 de la noche del sábado. Es más: muchos ni siquiera participaron a la manifestación.

Cuando los policías federales detuvieron a Axel de Jesús González, de 21 años de edad, éste caminaba en el Zócalo, ya casi vacío. Acababa de salir del departamento de su novia, con quien había cenado. Estaba hablando con su madre cuando se enteró que el Metro del Zócalo estaba cerrado.

Conmocionada y entre dos sollozos, ya que en este momento su hijo seguía detenido, la madre recordó que Axel recordó la charla que tuvo con su hijo: “Mamá, están llevando a alguien por la fuerza”. Ella le aconsejó de no correr, enseñar sus credenciales a los policías y explicarles de dónde venía. Su hijo no cortó la llamada, por lo que ella pudo escuchar el diálogo con el policía. Así lo narró ella:

– ¿Qué haces aquí?, le preguntó el policía.
– Voy a mi casa, estoy hablando con mi mamá.
– No me importa, súbete a la camioneta.
– Sí, sí me subo, pero primero dígame por qué, oficial.– Nosotros tenemos la orden de recoger a todos los que tienen una mochila y se parezcan a estudiantes.

“Esto no me lo contó mi hijo, lo escuché yo, porque dejó su línea abierta”, se desmoronó la madre.
David Hernández aseguró que nunca pisó la plancha del Zócalo el sábado pasado. Después de cenar una hamburguesa en la calle Bolívar con dos amigos, se dirigió hacia un bar del centro histórico, rumbo al Eje Central.

De repente “vimos a gente corriendo y policías que los agarraban”, recordó. “A mí me detienen y me dicen que reconocen mi chamarra color café; que anduve aventando bombas”.

Uno de sus amigos, David Giovani Hernández, de 26 años, fue el último en salir de la SEIDO. Confirmó: “Vemos a la gente correr y los policías nos apuntan. Dicen ‘esos tres’”. No me resisto y me suben a la patrulla, de estas que vienen con lonas”.

Dentro de la camioneta, ambos testimonios concuerdan en que los policías del Distrito Federal los golpearon con sus cascos y hasta con la radio. Los insultos llovieron contra los jóvenes. A Giovanni le pegaron tan fuerte con un casco que le abrieron el cráneo y le fracturaron el dedo de un solo golpe. Un tal comandante “Apolo 1” le advirtió: “Nos vemos en el infierno”.

Y así varios casos: a uno de los jóvenes lo sometieron mientras cenaba con su novia en una pizzeria. A otro le doblaron el brazo y le subieron a la camioneta mientras iba saliendo de un bar con su hermana y su prima. A Karina Cárdenas Chávez la detuvieron en pleno trabajo: distribuía volantes del salón de fiestas en el que laboraba.

Juan Francisco Manrique Huerta asistió a la manifestación. Se encontraba en la esquina de las calles Francisco I. Madero con 20 de Noviembre, cargando su celular en la tienda junto con dos amigos, cuando asistieron a la “detención arbitraria” de un joven, “tacleado” por policías. “Juanelo”, como lo llaman sus cercanos, tomó el celular de uno de sus amigos y se acercó al policía para grabarlo.

Otros testigos grabaron la escena. Pero “Juanelo” se acercó más, según sus dos compañeros, quiénes lo esperan afuera del edificio de la SEIDO.

“Un policía se enganchó con él. Le trató de quitar la cámara, y luego se encabronó y lo trató de agarrar. Juanelo se espantó y se fue corriendo. Éste cuate (el policía) convocó a siete y ocho de sus camaradas y lo sometieron”, explicó uno.

Durante el acontecimiento desapareció su celular. Los policías le robaron su cartera y sus lentes, aseveró después de su salido. Añadió: “Que un individuo, un ciudadano que considera que lo mejor que pueda hacer es documentar una detención arbitraria bajo sus ojos es un hecho de persecución, es ridículo e ilógico. Es testimonio del desastre en el que se convierte el país en cuestión de seguridad pública y de documentación de abusos”.

Luís Andrés Villegas Esparza fue el primer estudiante en salir libre de la SEIDO, a las tres y media de la tarde. Había auxiliado a un joven tambaleante y manchado por la sangre que chorreaba sobre su rostro tras recibir una piedra en la cabeza. Los compañeros del muchacho huyeron al acercarse los granaderos. Él se quedó. Lo subieron a la patrulla. Y le robaron su celular, denunció.




Todos estos casos están respaldados por testigos, facturas, fotos y videos, aseveraron los padres.
Durante todo el día, más de cincuenta personas –entre familiares, amigos y activistas– permanecieron en frente de la SEIDO para reclamar la liberación inmediata de los jóvenes. Los padres se organizaron de manera espontánea y acudieron a todas las instancias posibles, con la asesoría de los voluntarios presentes.
Poco a poco, las paredes del edificio, ubicado en el número 75 del Paseo de la Reforma, se llenaron de mantas. “Menos presos políticos, más políticos presos”, se podían leer en algunas. Enganchado sobre un árbol, un letrero decía: “Información sobre Derechos Humanos a familiares. AQUÍ”.

La pequeña masa amontonada ante las rejas, cantaba “No te calles, los presos a la calles” o “Nuestros compañeros no son delincuentes, Su único delito, es ser consecuentes”, acompañados por el sonido pesado de un tambor y la melodía de flautas y guitarras.

Los trámites para finalizar la salida de los jóvenes se extendieron hasta muy tarde. Entre las 15:30 y las 22:00, las puertas de la SEIDO se mantuvieron cerradas. El cansancio cayó sobre los padres, quienes ya llevaban más de 40 horas sin dormir y habían atravesado fuertes momentos de estrés. Muchos rompían en llantos mientras platicaban entre ellos.

Al instalarse el frío de la noche, unos asistentes llevaron ollas de café caliente. Otros prepararon tortas, mientras que un pequeño comité trajo cobijas. Al salir los últimos detenidos, a las 00:30, los padres se abrazaron con cariño. El día anterior ni se conocían.

De pronto los ánimos volvieron a prenderse. “Ayotzinapa vive y vive”, se oía.

Con información de Proceso
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