Nos fue enviado al correo electrónico del blog un testimonio de un trabajador de la UNAM que prefiere mantenerse anónimo, en el que hace la denuncia de actos de intimidación por parte de alumnos en cierta Facultad de la Universidad, pero aún más grave, un acto de intimidación y revisión arbitraria del que fue objeto por parte de granaderos en el mismo lugar. Se ha transcrito de forma íntegra, omitiendo solamente aquellos detalles que pudieran evidenciar la identidad del denunciante.
Pues por acá, en CU, las cosas ya se calmaron un poco, pero tampoco marchan tan bien. Quiero platicarles mi experiencia del día de hoy:
1.- Por la mañana, después de atender algunos asuntos laborales en la Facultad X vi a un grupo de jóvenes realizando una asamblea. El ejercicio en sí me pareció interesante, así que me acerqué para saber de qué iba la cosa, pues se rumora que el próximo jueves 20 habrá paro de labores nuevamente. Para mi sorpresa, de inmediato fui increpado por varios de los jóvenes reunidos. Comenzaron a jalarme y llamarme "espía" e "infiltrado", "reaccionario", entre otras sandeces. Pese a que les insistí y hasta les mostré mi identificación como trabajador para hacerles notar que estaban en un error nada de eso importó. De no haber sido porque afortunadamente iban pasando tres alumnos que me conocen personalmente y me identificaron ante el colérico grupo, tal vez me habrían golpeado o despojado de mis cosas. Al menos eso era lo que se veía venir. Caminando rumbo a la estación del Pumabús no dejaba de pensar: "Esos chairos andan bien malitos de sus paranoias".
2.- Para mi p&@$%" suerte, pasado lo anterior, de camino a otra diligencia de carácter laboral en inmediaciones del Estadio Olímpico, al cruzar por rectoría, me encuentro con un grupo de granaderos bien escondidos a lo largo del túnel peatonal que ahí se ubica. Notaron que los miré con cierta sospecha. Poco tardaron en acercarse a mí y pedirme mi credencial. Apenas me pidieron mi credencial, unos de los granaderos me arrebató mi mochila y comenzó a esculcarla sin que yo pudiera hacer algo al respecto. Al cuestionar para qué la querían y qué hacían ellos ahí, de inmediato uno de ellos me jaló mientras otros me 'encapsularon'. La tirada era clara: llevarme al camión que tenían estacionado a unos metros posiblemente para detenerme o investigarme. De no haber sido porque los policías hallaron entre mis pertenencias mi credencial que me acreditaba como empleado, i.e. como 'no-estudiante', es que logré zafarme y acudir a mi diligencia. Otro día más; todo normal. Otro día normal en este caos al que yo reniego de ver con naturalidad. Sí, al diablo con esos malditos puercos y sus detenciones arbitrarias. Sólo confirman que basta ser estudiante o joven para que a uno se le criminalice.
Como sea, en ambos casos ocurre algo similar: desconfianza, prejuicios, arbitrariedad y ganas de 'quemar brujas'. Y bueno, en ambos casos sudé frío como no tienen idea. Ahora a ver cómo evoluciona este conflicto. Porque la cosa, al menos por acá, está harto caliente.
La identidad se mantiene en reserva por seguridad.
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