Él es una de las muchas víctimas del Ébola que han sido arrastrados fuera de sus hogares. La desesperación de las familias para evitar que los coloquen en cuarentena los obliga a arrojarlos al medio de las calles. Los caminantes evitan detenerse o prestar alguna clase de auxilio ante el temor de ser contagiados. Los trabajadores de la salud no se dan abasto y están imposibilitados para acudir ante la escasez de camas y equipo.
Es importante notar que tanto el contacto con enfermos como la manipulación de cadáveres sin las precauciones sanitarias adecuadas conlleva riesgo de infectarse con la enfermedad, si bien es más frecuente la infección por el contacto directo con fluidos a través de equipo médico contaminado.
El procedimiento estándar indica que si alguien muere de ébola no debe realizársele la autopsia, sino que debe incinerarse el cadáver debido al alto riesgo de contagio. La vida en Liberia está prácticamente paralizada.
Este virus mortal le causa a las víctimas contusiones graves, sangrado en los ojos y boca. Hasta la fecha, se ha cobrado la vida de cerca de mil personas.
En la Edad Media europea, durante la epidemia de la Peste Negra (1346-1353), los cadáveres eran dejados en las calles de las ciudades ante el temor de contagio y el desconocimiento de las prácticas higiénicas, aunque esto propiciaba, curiosamente, una mayor tasa de transmisión debido a que la Peste Bubónica (la que se piensa fue la enfermedad de la Plaga) se transmitía fundamentalmente debido a los parásitos de los roedores.
Con información de The Daily Mail y AP
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