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jueves, 5 de junio de 2014

Las princesas saudíes cautivas piden auxilio por Internet

Anon Hispano - 5:38 p.m.

  • Dos de las hijas del rey saudí cuelgan un vídeo en la Red
  • Piden a las organizaciones de derechos humanos que las saquen de su encierro




Sahar y Jawaher Bint Abdalá al Saud, dos de las cuatro hijas del rey saudí que hace tres meses denunciaron que su padre las tiene encerradas desde 2001, han colgado un vídeo en YouTube en el que piden a “las organizaciones de derechos humanos, la ONU y la Cruz Roja” que se pronuncien sobre su caso. Desde marzo, no han vuelto a tener acceso a alimentos frescos ni agua embotellada y se están quedando sin provisiones. “No esperen a que nos ocurra algo irremediable a alguna de nosotras”, implora Jawaher en la grabación, en el que ambas aparecen claramente demacradas.

Sahar, la mayor, de 42 años, cubierta con un pañuelo verde de dibujos geométricos, atribuye la responsabilidad de su situación a su familia. “El rey y nuestros medio hermanos Mutaib y Abdulaziz nos mantienen cautivas desde hace más de una década y nos están dejando morir de hambre ante la mirada impasible del mundo”, afirma. A su lado, Jawaher, la menor, de 38 años, la interrumpe para insistir en que no se trata de “un asunto familiar” como pretenden los responsables saudíes, sino de un delito. Las otras dos hermanas, Maha, de 41, y Hala, de 39, están recluidas en otro lugar, sin que se tenga noticias de cómo se encuentran.

“Parece que la ONU, la Cruz Roja y otras organizaciones de derechos humanos necesitan que se les recuerden sus responsabilidades”, escriben en un email firmado por las dos hermanas en el que piden que se les ayude a difundir su vídeo. Quieren que esas instituciones hagan “una declaración pública” sobre su caso, en lugar de limitarse a decirles en privado que están “trabajando en ello y que han enviado cartas” al gobierno saudí. “Tienen que venir a esta casa para ver este crimen y liberarnos de inmediato”, suplica Jawaher.

Según Sahar, la Cruz Roja ha escrito a la Media Luna Saudí para que intervenga, pero no ha obtenido respuesta. “Cómo va a obtenerla si el presidente de la Media Luna Saudí es nuestro medio hermano Faisal Bin Abdalá?”, apunta la princesa.

Las mujeres no dan crédito a la falta de reacción internacional a su situación. Ni sus llamadas de auxilio a través de la prensa internacional (en la saudí el caso no se menciona), ni las convocatorias semanales que su madre, Alanoud al Fayez, organiza ante la Embajada de Arabia Saudí en Londres, han tenido ningún efecto. Al contrario, desde que Alanoud decidiera hacer público el encierro de sus cuatro hijas, la situación de Sahar y Jawaher ha empeorado significativamente.

Dos días después de que esta corresponsal intentara visitarlas en el deteriorado caserón que ocupan dentro del recinto palaciego de Al Murjan, en Yeddah, sus guardianes cancelaron la salida vigilada que cada dos meses les permitían a un supermercado cercano para comprar alimentos y otras provisiones. Según cuentan en el vídeo, sobreviven a base de latas caducadas y destilan agua de mar. Pero la situación es insostenible. El litro y medio de agua que logran al día resulta insuficiente para ambas y los dos perros y el gato que les hacen compañía.



“La harina tiene ratones”, declara Sahar. Además, Jawaher necesita medicación para tratar el asma que padece. “Nos están dejando morir de hambre”, insiste. La princesa también aborda la contradicción que supone que sigan teniendo acceso a Internet y lo atribuye a un intento de desacreditarlas.

“No vamos a parar hasta que logremos salir de esta casa”, apunta por su parte Jawaher.

Que un padre o un marido encierren a sus hijas o esposas no es inusual en Arabia Saudí. Bajo la ley saudí, el padre, el marido o el hermano tienen todo el poder de decisión sobre las mujeres. Sorprende sin embargo que eso ocurra en el seno de la familia real. Sus miembros tienen los medios para saltarse las anacrónicas normas sociales que imponen los más retrógrados, y son por lo general bastante cosmopolitas.



No está claro qué ha motivado el terrible castigo paterno. “Mis hijas no han hecho nada que las otras hijas [del rey] no hayan hecho”, me aseguró Alanoud cuando la entrevisté en marzo. En conversaciones posteriores, Sahar lo atribuyó al hecho de que hablaran con franqueza a su padre sobre los problemas que veían, algo que no gustaba a sus medio hermanos. En concreto, se refirió a que Hala, la tercera de las hermanas, descubrió mientras hacía prácticas como psicóloga en el Hospital Militar que “ingresaban a presos políticos en el área de psiquiatría, donde les administraban alucinógenos”.

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